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Antonio de Esplugas, bachiller, presbítero domiciliario de este arzobispado, arrienda a Francisco Jiménez, vecino de Ocuituco, jurisdicción de las Amilpas, residente en México, una hacienda de labor nombrada Aquizo, con 6 caballerías de tierra en los términos de dicho pueblo, con su troje de madera, jacales y con el apero siguiente: 11 bueyes de arado mansos, 14 yeguas de vientre, 3 potrancas de año, 2 potros de año, un caballo manso, un garañón y 4 rejas de fierro con sus arados. El arrendamiento es por seis años que empezaron a correr desde el primero de enero, por precio de 92 pesos de oro común, que se le pagarán al final de cada año, más 2 pesos de oro de minas de costas por la cobranza, sin importar si hay poca o mucha agua, fuego o langosta, lo que Nuestro Señor no permita. Y el dicho Antonio de Esplugas le da permiso de construir una sala de 12 varas de largo y una recámara y una cocina y caballería de adobe techado con vigas; y lo que cueste se tase por dos personas y será por cuenta de ambos otorgantes, y lo que le tocare a él se ha de rebajar al fin del arrendamiento por cuenta de los 92 pesos, pagando primero al convento del pueblo de Ocuituco 42 pesos, que cada año paga la hacienda de censo, constando carta de pago del padre prior. Las mejoras dichas quedaran por útiles de la Hacienda sin pedir descuento de ellas al fin del arrendamiento, debiendo entregar el apero o su valor tasado por dos personas. Francisco Jiménez no firmó. Testigos: Tomás de Echeverría, Antonio de Morales y Melchor Rangel.