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Don Diego de la Sierra, nacido en México, doctor, canónigo doctoral de la catedral Metropolitana de México, juez, provisor y vicario general de este arzobispado, por don Francisco de Aguiar y Seijas, arzobispo de México, catedrático de derecho en la Real Universidad y calificador del Santo Oficio, hijo legítimo de Juan de la Sierra y de doña Francisca Hidalgo, difuntos, originarios de Madrid, dijo que por cuanto las muchas ocupaciones que le asisten no le dan lugar a poder hacer testamento, por lo cual en primer lugar daba poder para testar a Alonso Meléndez, racionero de la Catedral, y al doctor don Miguel Ortuño Carriedo, abogado de la Real Audiencia; y en segundo lugar al licenciado Antonio de Nuncibay, racionero de la Santa Iglesia, y a Juan Francisco, maestro espadero; en tercer lugar, al doctor don José de Torres, catedrático de código en sustitución de la universidad, y a Luis Sáenz de Tagle, capitán vecino y mercader de plata; en cuarto lugar, al doctor don Rodrigo García Flores de Valdés, cura de la parroquia de Santa Catarina mártir de México, y al licenciado don Bartolomé de Aranda Sidrón, abogado de la Real Audiencia; en quinto lugar, al capitán don Alonso Muñoz, caballero del orden de Calatrava, y al capitán don Jerónimo Traco, sus compadres, y a falta de los susodichos, en séptimo [¡] y último lugar, a los señores jueces de la Santa Iglesia. - Pide ser sepultado en la catedral como prebendado y su funeral y entierro se pagarán de sus bienes. - Declara ser congregante de la Congregación eclesiástica de San Pedro, fundada en la Iglesia de la Santísima Trinidad de México, teniendo hasta hoy mandadas decir todas las misas de los congregantes difuntos. - Declara ser cofrade y hermano de otras cofradías mandando se les de aviso para que acudan. - Nombra por albaceas y herederos a Alonso Meléndez y a Miguel Ortuño Carriedo y a Antonio de Nuncivay, a Juan Francisco, José de Torres, Luis Sáenz de Tagle, a Rodrigo García Flores de Valdés y a Bartolomé de Aranda, Alonso Muñoz, Jerónimo y Francisco, cada uno en los lugares que se ha referido. - Deja sus bienes a estos, por partes iguales, en caso de ausencia, todo se quedará en manos de los jueces de la iglesia, en beneficio de ella. Y si enfermase de insania, furor, fatuidad o demencia en donde se requiera curador ad bona, nombra por tales curadores a los susodichos albaceas. Firmó. Testigos: José de Cuéllar, José Leandro Pérez, clérigos de menores órdenes, y Melchor Rangel.